CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. ATREVETE A PASAR





















ATREVETE A PASAR

ATREVETE A PASAR (*)

Paseaba yo el Paseo de la Isla desde el Arco de Santamaría hasta el Puente de Malatos ”el Puente de los Leprosos, Enfermos, Gafos” , cuando me adelantó un Alma en pena con andares de puta verbenera, que iba hincándole el diente a un trozo de muslo crudo arrancado, por capricho, a un pato del Puente de Bessón. Al pobre pato le llegué a ver, volviendo al agua, que iba cojeando.

La seguí y me llevó hasta la puerta de entrada de la Ermita de san Amaro “el Melonar de san Amaro” por las cabezas de melones o cráneos del Camino de Santiago fallecidos y muertos en su camino hasta Burgos por ganar las indulgencias por el papado prometidas, donde se paró, volviéndose hacia mí, diciéndome:

-Por tu aliento y respirar en mi cogote, he notado que me seguías cual chucho viejo verde salido, tonto del culo y más de la bragueta.

Ella me pilló como a un sandio, gaznápiro, escondiendo mi polla, que se había salido sin darme yo cuenta de que llevaba abierta la bragueta.

Me quedé algo atolondrado y aturdido, pero, al ver ese fresco verdor de melonada, de sandez y necedad religiosa dentro de la ermita, me atreví a pasar con ella. Sobre todo, cuando me dijo:

-Atrévete a pasar.

Pasamos; ella cogiéndome de la polla sin yo darme cuenta.

En el ambiente se escuchaba cierta canturía rítmica con que los muertos recitan versos al son del canto gregoriano.

Dichosos los que lloran

Y beben amargura

De lágrimas y penas

Un día y otro día.

De gozo y bienandanza

Colmados se verán”.

De repente, cuando yo, agachándome, me puse a buscar caracoles, que luego llevaría a vender a las tiendas de la Calle los Herreros, de la oscuridad de la tierra vinieron a nosotros exvotos de los que caminan por la Muerte sembrando amor y paz con una dulzura y suavidad no material: peines sin púas, coletas, trenzas, maxilares, espinazos, huesos frontal, hioides, occipital, sacro, etc.; tibias, peronés, etc., que me infundían miedo y cierta zozobra.

Alma en pena se hizo la escurridiza soltándome la polla marchando a dejar unas rosas rojas, cogidas de los rosales de pared del propio Cementerio, a la tumba de santa Coleta, religiosa clarisa; a la tumba de Melquisedec, cristiano bastante sectario; a la tumba de Nestorio, de Eutiques, de Guillermo Melón “el Carpintero”, de san Amaro, y de tantos otros y otras.

En un instante, me quedé solo, con la humedad pegajosa del pequeño cementerio comiéndome el azúcar del sudor por el miedo que yo tenía.

Vi fantasmas que venían a mí y se disgustaban por los huecos que yo tenía en la dentadura por la falta de una o más piezas.

Uno de los fantasmas, que era mujer, se encaprichó de mí, pues no me dejaba coger caracoles, importunándome y siguiéndome a todas partes. Era Pandemia, musa de la tragedia Covid19 del siglo XXI con una mascarilla en la mano, muy parecida a Melpómene, musa griega del canto y la melodía como, también, de la tragedia.

Antes de que el sacristán del oratorio avisara de cerrar las puertas, Pandemia me besó la punta del capullo que Alma en pena había dejado a punto de caramelo, dejándome solo, mellando mi honra y mi erección; lo que me hizo echar a correr hasta el Parque del Parral, frente a la ermita, lugar que los burgaleses visitan en masa el día de la Festividad del Curpillos, fiesta cívica, religiosa y militar que se celebra el viernes siguiente del Corpus Christi vinculada al Monasterio de las Huelgas, convirtiendo mi eyaculación en otra ave distinta de las que suelen visitar el parque picoteando sobre restos de morcilla, chorizo y morro a la brasa junto a las palomas y el gorrión.

-Daniel de Culla

(*)Entrada a la Ermita de san Amaro. Burgos. Foto: de Culla.